El Projimo

Ama a tu prójimo, cómo a ti mismo, se vuelve complicado cuando ya en la calle te encuentras en cada semáforo gente pidiendo una «ayuda» , desde niños, señoras con bebes, gente con alguna discapacidad, adultos mayores, gente que viene de fueras de la ciudad y de otros estados de la República.

Y por más monedas que tengas en tu auto para darle una mano, nunca serán suficientes.

Hace dos semanas conocí a un pequeño afueras de la entrada de esas tiendas que están en casi todas las esquinas de la ciudad, con 11 años de edad y una altura muy pequeña, acompañado de su hermana menor y su madre, quienes hacían ellas sentadas en el suelo, mientras el con una mirada inocente y una sonrisa en su rostro, decía «me compras un jugo de fresa» .

Fue tan gratificante recibir una sonrisa alegre de este pequeño, aún cuando su situación no era nada reconfortante, que no dude en regresarle el favor.

Regrese la siguiente semana para saludarlo, ya no lo volví a ver más, la oportunidad de ayudar a quien realmente lo necesita no se presenta dos veces.

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